sábado, 27 de marzo de 2010

La Trama de Acciones y Reacciones J. Herculano Pires

La trama de acciones y reacciones en la vida humana.

155. Problema intrigante para mucha gente es el de las acciones y reacciones de individuos y de grupos humanos ante la teoría del libre albedrío. Hay quien no consigue entender esa duplicidad contradictoria, y se preguntan como podemos ser responsables por actos que estaban ya determinados en nuestro destino.

Se habla del Karma, palabra hindú de origen sánscrito, como de un fatalismo absoluto del que nadie escapa. La palabra Karma no pertenece a la terminología espírita, mas a través de las corrientes espiritualistas de origen hindú, se inflitró en el medio espírita por dos motivos: su aspecto misterioso y la ventaja de reducir al mínimo la expresión ley de acción y reacción. No hay nada perjudicial en la adaptación práctica de una palabra extraña, cuyo concepto se adapta perfectamente a la expresión espírita. El prejuicio aparece cuando ciertas personas pretenden que la palabra mantenga entre nosotros su significado conceptual de origen, modificando el sentido del nuestro concepto doctrinario.

Según el Espiritismo, acción y reacción dependen de la conciencia; es decir, la responsabilidad humana corresponde a las exigencias de la conciencia y se encuentra siempre en razón directa al grado de desarrollo de ésta en cada individuo. Por otro lado ese desarrollo depende de las condiciones de libertad y grado de opción de que cada uno disponga. Justamente por eso el problema que parece simple a primera vista, se vuelve bastante complejo cuando lo examinamos.

156. En las etapas inferiores de la evolución, en las que el principio inteligente pasa por acciones y reacciones destinadas a desarrollar sus potencialidades, la acción de la ley es natural y automática. No existe todavía la conciencia individual y colectiva responsable; en las etapas siguientes, hasta el plano de los animales superiores y de los antropoides, la conciencia está todavía en formación; mas al iniciarse la humanización, cuando el espíritu recibe la Razón, (“cuando Dios pone su sello en la frente del individuo con la aureola de la Razón”, según la bella expresión de Kardec en La Génesis), éste y el grupo comienzan a asumir la responsabilidad de sus actos y pensamientos.

Este principio no se refiere solamente a las fases iniciales, sino que se extiende a todo el desarrollo humano, tal cual vemos en diversos pasajes evangélicos, como por ejemplo en la respuesta de Jesús a los fariseos. “Hasta ahora dijisteis no saber y no teníais pecado, mas ahora decís saber y subsiste vuestro pecado.” Y también como en el caso de la mujer adúltera, en que nadie tiró la primera piedra para lapidarla. De esa manera nos parece fácil la comprensión del problema. Quien actúa sabiendo lo que hace, es responsable por lo que hace. Quien actúa por instinto, automatismo, compulsión inconsciente o acondicionamiento social no tiene responsabilidad por lo que hace o por lo menos tiene su responsabilidad atenuada. Por otro lado
las compulsiones determinadas por el pasado no siempre son fatales, es decir inevitables, pudiendo ser atenuadas o incluso eliminadas por el comportamiento favorable de los responsables en la vida actual. De esa manera no hay contradicción, sino secuencia y equilibrio entre el fatalismo de las consecuencias anteriores y la libertad actual del individuo o grupo. Y la misma responsabilidad colectiva no es masiva, sino que el efecto se distribuye en la medida exacta de la responsabilidad individual de cada uno de sus participantes.

Existe también el problema del fatalismo voluntario, proveniente del pedido de espíritus culpables que piden pasar por lo mismo que le hicieron a otros. En esos casos la conciencia pesada del individuo o del grupo solamente puede aliviarse con la autoinmolación de los culpables. Con eso desaparece la falsa teoría de la ira de Dios y de la venganza divina originadas en épocas de oscurantismo y de una concepción extremadamente antropomórfica de Dios.

La Justicia Divina según la concepción espírita, no es dictada por un tribunal remoto y de tipo humano, sino exclusivamente por la conciencia del reo. Es él mismo quien se condena en el tribunal espicial instalado en su conciencia. Por eso mientras esa conciencia no está suficientemente desarrollada, el castigo tarda, mas cuando alcanza el grado necesario de responsabilidad el desenlace se manifiesta de manera rigurosa.

157. ¿Cómo puede una criatura inocente, nos preguntamos a veces, ser condenada por Dios a morir aplastada en un accidente? Primero tenemos que recordar que la criatura no es inocente, sino que está revestida con el ropaje de la inocencia como observó Kardec. Después, es preciso recordar que el hombre responsable por el acto de brutalidad en que aplastó a una criatura en el pasado bajo el amparo de legislación humana, siente la necesidad de sufrir una violencia semejante, para librar su conciencia del peso que le aplasta y que le impide continuar avanzando en su evolución. Los familiares de la criatura son partícipes del crimen del pasado y pagan su cuota de responsabilidad con el mismo fin de liberarse. Aquello, pues, que parece una atrocidad divina, no pasa de ser una inmolación en grupo determinada por las propias conciencias culpables. Mas hay también inmolaciones voluntarias y sin culpa que las justifique, pedidas por espíritus que desean socorrer a criaturas amadas que se ahondan en las ilusiones de la vida material, necesitando de un choque profundo que las arranque del camino del error, donde acumulan consecuencias dolorosas para sí mismas. Son actos sublimes de abnegación y de amor, que elevan al espíritu abnegado y abren nuevas perspectivas para los que sufren lo que en nuestra ignorancia llamamos desgracia determinada por la impiedad divina. Los responsables por el accidente responderán por su culpa en el tribunal de sus propias conciencias.

158. Los Espíritus hablan de contabilidad divina, de registros y ficheros especiales del mundo espiritual, con el fin de darnos una idea humana de la Justicia Suprema, mas esa Justicia no precisa de nuestros métodos inseguros y falibles. La mecánica de acciones y reacciones es procesada subjetivamente en cada uno de nosotros y el fichero de cada cual está visible en los registros de la propia memoria de cada uno, inscrito de manera viva y ardiente en los archivos de la conciencia subliminal a que se refería Frederic Myers. No hay organización más perfecta e infalible que esa. La misericordia divina se manifiesta en las intervenciones consoladoras y en las ayudas dispensadas a los sufrientes para que puedan soportar sus pesadas expiaciones. Mas ¿por qué todo ese complicado engranaje, si Dios es omnipotente y omnisciente? No podría El, en su absolutismo total, librar a las criaturas de ese tránsito penoso por los caminos de la evolución, haciéndolas enseguida perfectas en el acto? Esa objeción común proferida por los desesperados o los materialistas, se origina de la falsa idea de que el mundo es una realidad mágica, creada por Dios en el simple acto oral del fiat. La complejísima estructura de la realidad, en sus múltiples dimensiones cósmicas, debería ser suficiente para mostrarnos cuán lejos estamos todavía de comprender a Dios. Ciertamente no seremos nosotros, criaturas de su amor, en etapa embrionaria de desarrollo espiritual, las que lleguemos a percibir ahora lo que El sabe desde todos los tiempos.

Tenemos que revisar nuestros ingenuos conceptos de Dios, generados por nuestra vanidad y nuestras supersticiones. Si Dios pudiese hacer todo más fácil, con la destreza inconsecuente de un prestidigitador que saca conejos de una chistera, es evidente que ya seríamos, desde hace mucho tiempo, ángeles, arcángeles y serafines, revoloteando felices e inútiles por las regiones celestiales. Indagar cómo y por qué motivo Dios no actúa como un prestidigitador es simplemente revelar la extensión de nuestra ignorancia. ¿Cómo podemos conocer los problemas divinos, si todavía no conocemos siquiera los humanos?

159. Mas podemos imaginar lo siguiente, a partir de ciertas concepciones contemporáneas, como la teoría del físico inglés Dirac sobre el océano de electrones libres en que el Cosmos estaría sumergido; la de la luz infrarroja de que el Universo habría surgido, según físicos rusos; la teoría del Dios - Eter, de Ernesto Bozzano; y por fin, la que nos parece más aceptable, la tesis de Gustavo Geley, expresidente del Instituto de Metapsíquica de París, sobre el dínamo - psiquismo inconsciente que impulsa todas las cosas del inconsciente al consciente, siendo éste el título de su libro al respecto. Dios podría ser considerado a la luz de esta teoría como la Unidad en lo inefable de la intuición pitagórica, o lo Eterno Existente e Increado de la concepción budista. El dínamo - psiquismo de Geley, explicaría, en este caso, el estremecimiento inexplicable de la Unidad que desencadenó a la Década, estructurando el Universo. El dínamo - psiquismo inconsciente, desde una realidad estática, habría alcanzado el consciente, en un tiempo remoto en el que la Conciencia Unica y Suprema surgía para la consolidación del Caos, generando mediante su determinación consciente y su voluntad la estructura del Cosmos, con todas las leyes que lo rigen. La Conciencia Unica y Suprema sería la Inteligencia Absoluta del concepto espírita, creadora de todas las cosas y todos los seres. Esta Idea de Dios suple las lagunas lógicas del proceso de la Creación, conservándole todos sus atributos. Al mismo tiempo, la mitología antropomórfica y absurda del Dios de las iglesias desaparece, siendo substituida por la hipótesis científica de fuerza y materia unificadas en la mano de una Conciencia Cósmica no personal. Claro que ésto no es la solución del problema que nadie puede resolver por cuenta propia, sino un intento de interpretación conforme a las bases científicas de nuestro conocimiento actual. Queda siempre una duda insoluble: Si Dios se realizó en la evolución común de todas las cosas y seres, ¿quién estableció esa ley evolutiva y quién creó, antes que Dios, lo inefable y el dínamo psiquismo inconsciente?

160. La cuestión es solipsista, tautológica, es decir gira siempre en torno a un punto único del que no podemos librarnos. Lo que prueba nuestra total imposibilidad, en nuestra etapa evolutiva actual, de conseguir resolverla. Y el Espiritismo la coloca en los debidos términos, al decir que solamente llegaremos a su solución cuando hayamos avanzado lo suficiente en la escala evolutiva. Tenemos que subir a planos aún más distantes de nosotros para llegar a vislumbrar la verdad al respecto. De cualquier manera, entretanto, tenemos que tratar ese tema, para demostrar que el Espiritismo no endosa las absurdas concepciones teológicas, ni los misterios absolutos que rigen la percepción de los enigmas metafísicos. Dios espera que alcancemos nuestra madurez espiritual para entonces revelarnos lo que ahora no podemos entender. Somos hijos y herederos de Dios y toda la Verdad nos espera en las supremas dimensiones de la Realidad Universal de la que apenas conocemos una reducida parcela. Por otro lado, no podemos admitir que, con el pretexto de nuestra impotencia actual, los supuestamente agraciados con una sabiduría infusa nos impongan como verdades reveladas sus conclusiones dogmáticas sobre problemas inconclusos.

161. La posición espírita es la única aceptable actualmente.

Dios existe como la causa inteligente del efecto inteligente que es el todo universal, por ese efecto podemos evaluar la grandeza de la causa. Esta es la conclusión a la que podemos llegar y a la que Kardec llegó mucho antes de que se pudiera disponer de los recursos actuales de las Ciencias.

162. La existencia de Dios es aceptada como la mayor y más poderosa realidad que confrontamos y que no podemos negar sin que caigamos en la situación ilógica de quien pretende negar la evidencia. El manejo del problema por Kardec, basándose en los diálogos con los Espíritus Superiores, comprueba al mismo tiempo: la grandeza conceptual del Espiritismo; la firme posición científica y filosófica del Codificador; la elevación intelectual y moral de los Espíritus que lo asistieron; y la capacidad espírita de enfrentar racionalmente todos los problemas del hombre y del mundo. Gracias a eso, el Espiritismo se presenta en nuestro tiempo como aquella síntesis superior del Conocimiento Humano a que León Denís se refirió en El Genio Celta y en El Mundo Invisible.

163. La trama de las acciones y reacciones en la vida humana que determina la extrema variedad de los destinos individuales y colectivos, no puede, ante los principios comprobados de la doctrina, seguir siendo considerada como concurrencia de factores ocasionales, aleatorios, que pudiesen escapar de las leyes naturales que rigen la totalidad cósmica en todas sus detalles, desde las simples amibas hasta las galaxias en el Infinito. El orden riguroso de los eventos en todos los planos de la realidad; las supuestas lagunas que la investigación científica rellena, si muchas hoy, mañana aún más, descubriendo que pertenecen a conexiones todavía no conocidas; las particularidades que confirman la existencia de una estructura sutil rigiendo acciones y movimientos por todas partes, evidencian la presencia de una inteligencia vigilante y atenta.

La Cibernética y la Biónica demuestran cuanto tenemos que aprender de la Naturaleza en la tocante a los organismos animales. Sería extraño que en esa maravillosa estructura macro y micro refinada, la acciones y reacciones de la vida humana fuesen echadas a un lado. Por otra parte, el libre albedrío del hombre no es solamente resguardado, sino también protegido y estimulado por las responsabilidades que sobre él se acumulan sin cesar. Todo es importante y significativo en el caleidoscopio universal. Cada acción, sentimiento, pensamiento y ansiedad de los seres humanos pesa en la balanza de todos los destinos. Y eso se comprueba diariamente en la vida particular y en la vida colectiva de los hombres.

164. No vivimos por vivir, sino para existir en la trascendencia.

J Herculano Pires
Extraído del libro "El gran desconocido"