viernes, 3 de septiembre de 2010

Definición de Alma según el espiritismo

Allan Kardec en el "Libro de los Espiritus"

II

Hay otro término sobre el cual es igualmente importante entenderse, porque es una de las llaves maestras de toda doctrina moral, y objeto de numerosas controversias, por falta de una acepción bien determinada: es la palabra alma. La divergencia de opiniones sobre la naturaleza del alma viene de la aplicación particular que cada uno hace de esta palabra. Un idioma perfecto, en el que cada idea estuviese representada por un término propio, evitaría discusiones.

Con una palabra para cada cosa, todo el mundo se entendería.Según unos, el alma es el principio de la vida material orgánica; no tiene existencia propia y cesa con la vida; es el materialismo puro. En ese sentido y por comparación, dicen de un instrumento rajado que no produce ya sonido: que no tiene alma.

Según esta opinión, el alma sería un efecto y no una causa.Otros piensan que el alma es el principio de la inteligencia, agente universal del cual cada ser absorbe una porción. Según ellos, no habría por todo el Universo, sino una sola alma que distribuye partículas luminosas a los diversos seres inteligentes durante su vida. Después de la muerte, cada partícula luminosa retorna a la fuente común donde se confunde con el todo, como los arroyos y los ríos vuelven al mar de donde salieron.

Difiere esta opinión de la precedente en que, en esta hipótesis, existe en nosotros algo más que materia y que algo subsiste después de la muerte; pero es poco más o menos como si no sobreviviese nada, porque sin la individualidad, no tendríamos conciencia de nosotros mismos. Según esta opinión, el alma universal sería Dios y cada ser una porción de la Divinidad: es una variedad del panteísmo.

Según otros, en fin, el alma es un ser moral, distinto, independiente de la materia y que conserva su individualidad después de la muerte. Esta acepción es, sin contradicción, la más general, porque, con uno u otro nombre, la idea de este ser que sobrevive al cuerpo se encuentra en estado de creencia instintiva, e independiente de toda enseñanza, entre todos los pueblos, cualquiera que sea su grado de civilización. Esta doctrina, según la cual el alma es la causa y no el efecto, es la de los espiritualistas.

Sin discutir el mérito de estas opiniones, y no considerando en ellas sino la cuestión lingüística, diremos que estas tres aplicaciones de la palabra alma constituyen tres ideas distintas, que reclaman, cada una, un término diferente. Esa palabra tiene, pues, una triple acepción, y cada uno tiene razón en la definición que da de ella, según su punto de vista. El error es del idioma por no tener sino una palabra para tres ideas distintas. Para evitar toda equivocación, se necesitaría restringir la acepción de la palabra alma a una de esas tres ideas; la selección es indiferente, todo está en entenderse, pues este es un punto convencional.

Creemos más lógico tomarla en su acepción más vulgar, y por eso llamamos ALMA al ser inmaterial e individual que reside en nosotros y sobrevive al cuerpo. Aunque este ser no existiese y no fuese sino un producto de la imaginación, aun así, sería preciso un término para designarlo.

A falta de una palabra especial para cada una de las otras dos acepciones, llamaremos: Principio vital, al principio de la vida material y orgánica cualquiera que sea su origen, y que es común a todos los seres vivos, desde las plantas hasta el hombre. El principio vital es distinto e independiente porque puede existir la vida, aun haciendo abstracción de la facultad de pensar. La palabra vitalidad no da la misma idea. Para unos, el principio vital es una propiedad de la materia, un efecto que se produce cuando la materia se encuentra en ciertas circunstancias. Según otros, y es la idea más común, reside en un fluido especial, universalmente esparcido y del cual cada ser absorbe y asimila una parte durante la vida, como vemos a los cuerpos inertes absorber la luz. Ese sería entonces, el fluido vital que según ciertas opiniones, no sería otro que el fluido eléctrico animalizado, designado también bajo los nombres de fluido magnético, fluido nervioso, etc.

Como quiera que sea, existe un hecho incontestable, porque es resultado de la observación, y es que los seres orgánicos tienen en sí mismos una fuerza íntima que produce el fenómeno de la vida, en tanto que esa fuerza existe; que la vida material es común a todos los seres orgánicos y que es independiente de la inteligencia y del pensamiento; que la inteligencia y el pensamiento son facultades propias de ciertas especies orgánicas; y, en fin, que entre las especies orgánicas dotadas de inteligencia y pensamiento, existe una dotada de un sentido moral especial que le da una superioridad incuestionable sobre las otras y que es la especie humana.

Concíbese que con un significado múltiple, el alma no excluye al materialismo, ni el panteísmo. El mismo espiritualista puede muy bien entender el alma según una u otra de las dos primeras definiciones, sin perjuicio del ser inmaterial distinto, al que dará entonces otro nombre cualquiera. Así, esa palabra no representa una opinión: es un Proteo que cada cual acomoda a su manera, y de aquí el origen de tantas disputas interminables.

Evitaríase igualmente la confusión empleando la palabra alma en los tres casos, añadiéndole un calificativo que especificase el punto de vista bajo el cual la consideramos o la aplicación que de ella se hace. Sería entonces una palabra genérica, representando al mismo tiempo el principio de la vida material, de la inteligencia y del sentido moral, y que se distinguiría por medio de un atributo, como el gas, por ejemplo, que se distingue añadiéndole las palabras hidrógeno, oxígeno o nitrógeno. Entonces se podría decir, y tal vez fuese lo mejor, el alma vital para el principio de la vida material, el alma intelectual para el principio de la inteligencia y el alma espírita para el principio de nuestra individualidad después de la muerte. Como se ve, todo esto es una cuestión de palabras, pero una cuestión muy importante para entenderse. Según eso, el alma vital sería común a todos los seres orgánicos: plantas, animales y hombres; el alma intelectual propia de los animales y hombres, y el alma espírita pertenecería solamente al hombre.

Creemos un deber insistir tanto más en estas explicaciones, por cuanto la Doctrina Espírita está naturalmente basada en la existencia en nosotros mismos de un ser independiente de la materia y que sobrevive al cuerpo. Debiendo aparecer frecuentemente en el curso de esta obra, la palabra alma, importaba fijar el sentido que le atribuimos, para evitar así cualquier equivocación.

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